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El viaje en tren




El tren no tardò tanto en llegar como era costumbre, pero no importaba. Ella, ese día en particular, se sentía bien. No tenìa apuro para llegar a la oficina porque era su día de franco, y estaba dispuesta a regalarse una tarde para ir de compras.
Tenía en su mente una blusa de seda verde. Quería mimarse un poco ya que hace mucho que no lo hacía, que no se regalaba algo. Venìa de una larga depresión, producto de los años que sentía que se le habían venido encima... pero eso ya estaba superado.
Se sentía feliz, se veía bien. El espejo le devolvía una imagen aceptable. El nuevo color de su cabello le sentaba bien y había comenzado el gimnasio hacìa unos meses. Eso la relajaba y la reconfortaba. Se miraba en los carteles de la estación y veía que su figura era bastante armónica. Al menos trataba de convencerse de eso. Se sorprendía sonriendo de repente. Eso quería decir que comenzaba a aceptarse o a resignarse con mansedumbre.
Subió al tren. Como siempre no pudo sentarse, pero tampoco le importò. Un joven se ubicò frente a ella y le sonrió. Ella bajò la vista, pero sentía su insistente mirada. Le pareció extraño. Era atractivo y  bastante más joven que ella, pero siguió con la vista baja. Pensó:"No me veo tan mal. No parezco la edad que tengo, Patri siempre lo dice". Patri era su amiga, una mujer de su edad, que como ella estaba recientemente separada.
"Estoy bien arreglada hoy, y justo me puse el perfume importado. El color me sienta bien. El rojo siempre sienta bien. Aparte no soy tan grande para estos colores".
Levanta la vista, El hombre la seguía mirando.Volvió a sonreír y ella respondió con una sonrisa. Entonces pensó: "Tal vez  baje en la misma estación y me invite a tomar un café ¿Què debo contestar para no parecer rápida? Si sigo caminando un rato, va a insistir, seguramente. Entonces... ahí sí, aceptarè. Pero pagamos cada cual lo suyo, ¿ o no?, o ¿debería dejar que pague él?. Seguramente me pedirá el teléfono. Aùn no reparè el celular, ni he podido comprar uno. Darle el de casa, queda mal. Unicamente que en vez de comprar la blusa me compre el celular y mantenga el nùmero que tenìa, ¿Cuál era?. Tengo que hacer memoria. Estas neuronas empiezan a traicionarme. Dios mío, ¿qué hago si me pide el teléfono?". 

Ya se aproximaba la estación. Se acomodò para bajar. El se le acercò casi tímidamente.
 Sintió un sudor caliente que recorría su cuerpo. Volvía a sentir sensaciones olvidadas. Percibía còmo el rubor le iba ganando el rostro.
De repente, un fuerte tirón la arrastrò al andén. Cayó con un golpe seco al lado de un banco. El hombre salió corriendo con su cartera. Le había arrebatado el dinero de su blusa, y... un millón de ilusiones.
Se incorporò débilmente agarrándose del banco. Se mirò en la marquesina. Su rímel se había corrido y estaba despeinada. Nadie reparò en ella .Nadie vino en su ayuda. La gente indiferente circulaba apurada.
Nadie... nadie se dio cuenta, que acababan de matar a una mujer.



Alicia Celada

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