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El hombre muerto



 El cuerpo llegaba a la mañana al aeropuerto, proveniente de  Europa, para ser trasladado a la morgue judicial .Esa tarde terriblemente gris ella debía ir para su reconocimiento. ¿Pero porque?, se preguntaba, había sido convocada, justo ella que lo había amado tanto. Es que a nadie le importaba, lo que ese hombre le había hecho al despedirse, esas falsas palabras, esas promesas incumplidas. Pero ahora estaba muerto al menos eso parecía, por algo la h...abían llamado, tal vez su voluntad fue que lo llorara por última vez.
Pero como reconocerlo, ella ya se había olvidado de su rostro, ya casi ni recordaba sus ojos. De todos modos estarían prudentemente cerrados, solo tenía un vago recuerdo de su silueta de gigante, que la hacía sentir pequeña entre sus brazos. Pero había tantos grandes hombres, que tal vez ,el no era tan grande como ella creía.
Y llego el momento, alguien la acompaño y le mostro la camilla, se acerco temblorosa y se pregunto en silencio, ¿cómo murió así sin sonreírle por última vez, sin decirle su cariñoso apodo? El joven de blanco corrió la sabana, y ella quedo pálida paralizada ante ese hombre, que tal vez, alguna vez fuera suyo. Respiro profundo, recorrió el cuerpo de la cabeza a los pies,- no ,dijo con un hilo de voz ,no conozco a este hombre, -¿segura?, pregunto el muchacho- quiero que vea algunas de sus pertenencias-, y le acerco una bolsa con objetos ,un frio sudor baño su cuerpo, unas lagrimas se desprendieron de sus oscuros ojos y cayeron en los labios del hombre muerto , fue como un beso de despedida, ahora podía confirmar , ese viejo reloj plateado que marco las horas de sus encuentros, tenia historia al menos para ella, el hombre no importaba, el la había negado varias veces, pero ese reloj era el símbolo de su pasión.- No conozco a ese hombre, pero ese reloj, es suyo-, el empleado sonrió, ella le devolvió la sonrisa, el extendió su mano, ella la aferro con ternura.
Se alejaron, el reloj quedo detenido en una hora imprecisa, marcando el fin de una historia. En ese instante, despertó llorando, pero aliviada el hombre había muerto no solo en el sueño, sino definitivamente en su corazón.



Alicia Celada

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